Si
pudiesemos viajar en el tiempo y regresar a nuestra tierra hace cinco
mil años, no la reconoceríamos.
Prácticamente el mar llegaba hasta
El Portal y al pie de la Sierra de San Cristóbal y hasta el
borde amesetado de Mesas de Bolaño. La
marisma que contemplamos, incluida Valdelagrana y Puerto Real, no
existían. Lo que hoy es Cádiz y San San Fernando eran islas.
En tiempos prehistóricos los territorios no estaban demarcados ni administrativa ni políticamente por nadie y eran un continuo natural de suelo, flora y fauna.
Si queremos conocer la historia de nuestra ciudad, es imposible olvidar que forma parte de esta unidad geográfica donde acontecieron hechos que afectaron a toda la Bahía de Cádiz y sus habitantes.
Si queremos conocer la historia de nuestra ciudad, es imposible olvidar que forma parte de esta unidad geográfica donde acontecieron hechos que afectaron a toda la Bahía de Cádiz y sus habitantes.
La
geología ha estudiado estos cambios y explicado cómo el mar, a lo
largo del tiempo, se ha ido retirando y los materiales, tanto marinos como fluviales, se fueron depositando y rellenando el terreno.

Algunos escritores de la antigüedad, como Avieno y Estrabón, hablaron de nuestras costas y describieron un maravilloso paisaje salpicado de islas y canales.
Lo que hoy es el término municipal de El Puerto de Santa María se halla delimitado por los de Rota, Jerez de la Frontera y Puerto Real y su franja costera bañada por el Océano Atlántico.
Distinguimos cuatro zonas:
- El litoral costero con frecuentes dunas y escasos acantilados.
- La marisma, de reciente formación, fue ganando terreno al mar y ocupa casi un tercio de la superficie total y constituyó una fuente de riqueza por la explotación de la sal desde la protohistoria.
- La Sierra de San Cristóbal que alcanza una altura máxima de 124 metros. Aunque es poco extensa, fue un punto de referencia y orientación de los antiguos navegantes pues en la antigüedad se hallaba a orillas del mar.
- La campiña es la más extensa y ocupa las dos terceras partes del término municipal enlazando suavemente con las campiñas de los términos colindantes. Ofrece un terreno llano y de escasos desniveles y con poca altitud respecto al mar. Su tierras son buenas para el cultivo, lo que propició una ocupación importante del territorio desde el milernio III a.C.
El río Guadalete atraviesa de este a oeste todo el
sur del término municipal y se abre paso entre los aluviones de la marisma
para desembocar en la actual localidad, pero, como he dicho antes,
hace tres mil años su desembocadura quedaba a la altura de La Sierra
de San Cristóbal. El río Salado, actualmente insignificante, sí
tuvo importacia en otros momentos históricos y el río San Pedro es
un sólo un brazo marino, de escaso recorrido pero de gran valor
ecológico.
Otras
corrientes discontinuas forman los arroyos del Gallo, Campillo y
Villarana que tuvieron antiguamente importacia y donde se asentaron
en sus inmediaciones poblados prehistóricos. En el centro de este
enclave se sitúan cinco lagunas, probablemente de origen marino, no
alimentadas ni por arroyos ni pozos, reliquia del antiguo paisaje.
Al
norte existen una red de pozos rurales, los denominados “Pozos
concejiles”, que extraen el agua de una red de acuíferos
favorecidos por el tipo de terreno. Es posible que se empleasen desde
muy antiguo dado que este procedimiento ya era utilizado desde el
siglo V a.C. en El Poblado de Doña Blanca.
La
actividad agrícola y la pesquera fueron las más importantes desde
el principio del milenio I a.C. y ya a mediados del mismo, hay datos
del comienzo de industria entre el río Gaudalete y Salado,
relacionada con la producción de sal. Sus numerosas cañadas y
veredas testimonian, además de un uso ganadero, una red de
comunicación del territorio con el interior, lo que se suma a las
magníficas vías fluvial y marítima, confiriéndole una magnífica situación
estratégica.